La pared en blanco es el agotamiento del intelecto

Brush de kaboompics en pixabay.com

Leyendo a Krishnamurti (en Tradición y Revolución) me doy cuenta de la inutilidad de analizar las cosas psicológicamente. Esta conclusión al respecto no es por haber entendido todo el movimiento de pensar, de analizar y de reflexionar, etc., sino que fluctúa por los pocos y casi nulos resultados que he obtenido de andar analizándome. Ciego, me doy cuenta de las cosas por chocar con ellas y entiendo el "agujero negro" justamente por todo aquello que se mueve alrededor...

Incluso con el aviso de que el análisis no sería adecuado para destapar ignorancias, muchas veces (si no todas) la ausencia de resultados (comprensión, o lo que sea) me ha llevado a pensar que otra vez se usó el intelecto para llegar a un punto y sacar alguna conclusión lastimosa e invisiblemente ya predeterminada.

Hay procesos, elementos y comportamientos psíquicos míos que están muy bien vistos y reflexionados, por lo que en ciertas ocasiones me resultaba tremendamente extraño que al saber el mecanismo interno de ellos no pudiera dar un paso más en su comprensión (yo sostengo que "dar en el blanco", comprender verdaderamente algo, se siente en el pecho como una liberación, una liviandad, como cuando alguien va a un paraje natural y respira aire puro y ambiente tranquilo). Podría decir que he tirado diez años a la basura (hace mucho que vengo con el modelo de estar "meditando", analizando y evitando analizar), pero esto tampoco sería del todo cierto.

Me he analizado y recreado escenas al punto ─parece─ de llegar a ser un verdadero martirio, pero sin ninguna comprensión global del tópico abordado (lo que ahora ha sido catalogado como "análisis", ese abordaje súper minucioso, me ha llevado al camino de las decisiones y del optar, quizás para contar en otro post). Esto me significó un desgaste enorme en algunos momentos. En el transcurso de muchos años, me enfrenté tanto, a por ejemplo, cierto miedo terrible que, en las semanas siguientes hasta, me emergía una especie de fobia con la mínima intención de volver al mismo análisis y a la misma recreación. ¡Todo al revés!

Pones la araña en tu mano, agregas más arañas, hasta el punto de convivir con ellas, para que el resultado final siga siendo fobia a las arañas. Es algo raro y tragicómico.

Entonces me di cuenta que mi abordaje (desde el análisis y el intelecto) no debió ser llevado a cabo de esa manera. Es decir, el pensamiento no puede analizar pensamiento. Es más, ya ni siquiera analizar, el pensamiento es incompatible para abordarse a sí mismo, tocarse, verse, contactarse.

Una vez meditando llegué a un punto en el que no pude adelantarme más. Es decir, no había nada más. Según recuerdo, fue una sensación extraña, porque no era que la pared me marcaba un límite y haciendo yo lo correcto la podía superar: la pared me marcaba un final, pero un final en serio. Lo que sentí fue que, haciendo lo que estaba haciendo, me había situado en un punto en donde no había nada más. Yo seguía con todo lo mismo, incompleto, y sin embargo así como estaba ya no había más que hacer pues porque no había nada más. No es que yo ya lo había logrado todo, sino que con todo lo que tenía, ya no había más que hacer. Me sentí (¡cómo no!) impotente. Escribí al respecto y le llamé La pared en blanco o sobre la exploración del Yo (1ra. parte, 2da. parte). Meses después tuve un destello parcial de que el intelecto es limitado. Hoy lo tengo claro también. No se puede crear un río con un balde de agua ni ponerse frente a frente del Yo psicológico con el intelecto. El martillo se toma con la mano ¿y el Yo? Pues, no es con el pensamiento...

Entonces vuelvo a leer un texto en donde Jiddu Krishnamurti habla sobre la percepción y pregunta si es posible verse a uno mismo sin la palabra y sin el pasado. No sé si es posible en mí (claramente no lo ha sido hasta hoy), pero me doy cuenta que no he realizado ni siquiera lo más básico y elemental (debo reconocer también que es tremendamente difícil el realizarlo) de observarme con frescura y sin puntos fijos.

Krishnamurti dice que analizando, usando el intelecto, el dato surgido se estructura en conocimiento y que (aparentemente) el conocimiento no produce ningún tipo de comprensión o liberación (no lo afirma tajantemente, dejando una puerta abierta). Yo esto lo tengo recontra "sabido". Es más, si existiera la "universidad Krishnamurti" y en los exámenes se tomara este concepto sacaría 10. No obstante, con este inmenso "dedo señalando la luna" yo otra vez me quedé mirando al dedo. Hasta ahora.

Entiendo la pared en blanco con la que me he ido encontrando todo este tiempo. La pared en blanco significaba que el apartado intelectual con todas sus cualidades se ha agotado en todo su esplendor llegado a un punto en particular. He tirado con el balde todo el agua que he podido en el surco y queriendo hacer un río solamente mojé la tierra. No se puede más por esa vía. Es obvio. Ni tengo que agarrar el balde, ni tengo que llenarlo de agua, ni que tirar nada en ningún surco. Los ríos no nacen así.

Debo reconocer que no tengo la más pálida idea sobre qué significa "mirar sin el pasado". Pero no quiero avanzar más. Deseo sinceramente enterarme de qué se trata esta ignorancia, descubrir su forma y su límite, cómo es la oscuridad de no saber y ver por mí mismo si hay delicia o no en que algo no se estructure en conocimiento.

He dado con que la pared en blanco significa que el intelecto no da para más. Se ha usado todo lo que había de útil en él y al borde de la orilla ya no sirve para ninguna elaboración o abordaje nuevo. No es tampoco que esté rebosando de felicidad, pero, la verdad, estoy bastante conforme con el sentimiento de esta ignorancia. No sé, no tengo idea, estoy en la oscuridad.


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